Cuando la Tierra y la casa se separan, se construye en el aire, lo que tiene como consecuencia un efecto más rápido del calor y un deterioro más rápido del exterior del edificio.
En las casas-cueva, la tierra sirve como tejado aislante que protege de forma eficaz contra el frío, la lluvia y el viento. La tierra proporciona una protección natural contra los efectos negativos del entorno y las intromisiones no deseadas. Pero una casa-cueva no ha de construirse forzosamente en la tierra, sino que puede aprovechar un terreno que se eleva de forma natural.
La casa-cueva es un edificio flexible que puede ser adaptado a los deseos de cada usuario, respetar el medio ambiente y ayudar a un consumo razonable de energía.1 La libertad de formas de esta técnica de construcción permite una planificación orgánica que requiere pensamiento espacial y un alto grado de creatividad. Las casas-cueva recuerdan a estructuras habitables con una gran pretensión artística y calidad plástica.
Las casas-cueva de exponentes como Peter Vetsch o Arthur Quarmby se basan en la interpretación de una arquitectura respetuosa con el medio ambiente, ecológica pero también progresiva. Se distinguen por su cercanía a la naturaleza y permiten una innovadora experiencia espacial más allá de las tradicionales cuatro paredes en ángulo recto. El principio fundamental no es poner la tierra al mismo nivel que el edificio, sino diseñar éste de tal forma que se conserve la esencia de la tierra.